Dos historias, el mismo espíritu
Los socios Alejandra Alvira y Jerónimo Lestido cruzaron distintos océanos en distintos momentos, pero finalmente sus experiencias llegan al mismo puerto
Santiago Core
Foto: Ricardo Figueredo
Alejandra, navegaste la Clipper Race en 2019. ¿Cómo fue esa primera experiencia oceánica?
Yo corrí la pierna Punta del Este – Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y esta participación es un sueño hecho realidad. Iba con muchas expectativas y emoción; tomé como prioridad disfrutar y aprender lo máximo que se pudiera. Eran un montón de cosas nuevas sobre seguridad, cómo moverse en el barco, compartir con tantos tripulantes y en un barco tan grande. Sumale al desafío las culturas, idiomas y costumbres diferentes, lo que también agrega dificultad. El conocimiento que me dio el YCPE más el entrenamiento de Clipper me dio seguridad en el barco. Nuestro Capitán y Ryan –el First Mate de ese momento, aún no estaba Nano– nos enseñaban a todos. El ambiente era súper ameno. Cuando llegaban momentos complicados para la navegación la tripulación en cubierta se reducía a las personas que se sentían bien, no tenían miedo y estaban dispuestas a trabajar en esas condiciones. ¡A veces éramos solo tres!
¿Cómo seguiste la regata después que te bajaste del barco?
Comencé a vivir la regata desde que supe que iba a participar en ella, mucho antes de su inicio. Hasta fuimos a escuelas, colegios y varios eventos a comunicar y dar a conocer lo que era este proyecto del YCPE. Cuando llegamos a Sudáfrica tuvimos encuentros con el Embajador de Uruguay y varias personas destacadas, también fuimos a eventos y seguimos comunicando la acción. Al volver a Uruguay difundimos la experiencia especialmente en la Escuela de Vela, para motivarlos a que se animen a cumplir sus sueños.
¿Y cuando se retomó la regata desde Filipinas luego de la pandemia?
Los seguí en la web oficial de la regata porque podía ver el recorrido. También en las redes sociales. Siempre a la espera, por momentos me ponía muy ansiosa ¡y no quería mirar! pero retomaba cada vez que se acercaban a un puerto.
¿Cuál fue tu sensación cuando el barco terminó segundo?
Vi la llegada en vivo en el celular. ¡Estaba erizada de la emoción! Tenía un gran sentimiento de pertenencia con el barco y el equipo, era como que estaba ganando y celebrando yo también porque sé el sacrificio que se hizo.
¿Harías esta aventura de nuevo?
¡Sin dudas! La experiencia es inolvidable y aunque se repita el viaje, siempre será diferente.
Jerónimo: ¿cómo fue tu preparación para esta experiencia?
En febrero de 2021 decidí que me sumaría a esta regata y en febrero de 2022 puse el pie arriba del barco. Tenía un solo objetivo: subirme al Punta del Este y cruzar el Pacífico, sea como sea. Dentro mío sabía que lo iba a lograr. Faltando cinco días para partir desde Uruguay vi que me faltaba un papel para poder entrar a Filipinas, no lo podía creer. Pero yo estaba determinado a que iba a viajar y pude resolverlo. Aprendí también a ser tenaz, paciente y tener fe en que las cosas se darán.
¿Te sirvió durante el viaje?
Sí, totalmente. Lo apliqué mucho en el medio del océano. Tenés frío, podés tener un error de estrategia, te pasa otro barco, o quedás sin viento o con lluvia. Lo que sea. Tenés que sepultar esos sentimientos negativos, bajar la cabeza y concentrarse en el trabajo; tener fé en la estrategia y seguir empujando para lograr los objetivos. Así fue como pudimos obtener un podio en la pierna seis, otro en la primera parte de la siete y terminarla en cuarto puesto. Un gran punto gracias al esfuerzo de todos.
¿Qué fue lo que más aprendiste a bordo en cuanto al relacionamiento social?
Creo que es lo más rico que me llevo de esta experiencia. Relacionarse con personas es algo espectacular que hacemos todos los días y casi sin darnos cuenta, pero cuando estás en un ambiente crítico se vuelve más extremo. Aprendí que hay que saber tolerar y entender a la otra persona, no juzgar a nadie y tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Eso es fundamental. Adquirí capacidad para analizar por qué alguien me está diciendo algo, bajar la pelota al piso, no tomarse las cosas personales y trabajar en equipo para poder lograr el objetivo.
Dijiste que cada nuevo día había que dejar los malestares en el saco de dormir porque tu vida depende de los demás y viceversa.
Exacto. En cada discusión que tenés –porque si bien fueron menos de las que esperaba, sí las hay– tenés que poder avanzar. No puede quedar ningún rencor, lo tenés que dejar en el saco de dormir y una vez que te ponés el chelaco salvavidas y vas hacia la escalera para subir a cubierta, ya es borrón y cuenta nueva. Mente en blanco y una sonrisa en la cara. Porque cuando estás cuatro horas de guardia, cansado, pero alguien sube recién levantado y con la energía de una sonrisa, te motiva a decir “¡voy a ir a descansar para levantarme positivo como este compañero!”. Irradiar buena energía es fundamental, especialmente en situaciones difíciles.
¿Cómo viviste la llegada y el segundo puesto final del Punta del Este?
A distancia pero con una felicidad que ¡me dolía la cara de estar tan contento! (Risas). Ver a mis amigos en directo, haber remontado ese segundo puesto y –como decía Alejandra– sentía esa satisfacción de que uno aportó su granito de arena para lograrlo.
¿Lo harías de nuevo?
¡Sí, siempre lo haría de nuevo! Se lo recomiendo a todas las personas que tengan la posibilidad de hacerlo. No hay “esto no es para mí” o “no tengo idea de cómo navegar”. Yo navegué desde chico, es cierto, pero no era un gran navegante. Nunca había cruzado un océano ni dormido en un barco, pero pasé 35 días en el mar y ¿quién me preparó para eso? Fue la autodeterminación pero –más aún– la situación de estar ahí. Cualquier persona que se crea capaz, le divierta navegar y vaya para adelante puede hacerlo.