Navegar:

un constante proceso de aprendizaje

Navegar: un constante proceso de aprendizaje

Apenas un día después de haber finalizado la Clipper Race pero aún con la adrenalina a flor de piel, entrevistamos a nuestros instructores en la Embajada de Uruguay en Londres. Gustavo “Gusi” Musante y Darío Rodríguez son dos profesores que no se cansan de aprender

Santiago Core

Fotos: Santiago Core & Clipper Race

¿Cuáles con las sensaciones, emociones y aprendizajes de esta experiencia tan importante y tan larga?
GM:
En la náutica se aprende todos los días, sea donde sea. ¡Imagínate cruzar un océano y en regata! Aprendés a manejar el temple; a compartir momentos buenos y malos –por la razón que sea– entonces ese aprendizaje es todo el tiempo. Y como experiencia, algo absolutamente inolvidable.

DR: Es como uno de esos sueños locos que a veces uno tiene, de los que ves lejanos e inalcanzables pero el día que le toca vivirlo –si estás bien despierto– te das cuenta de la emoción que tiene. El hecho de compartirlo con mi amigo Gusi, que navegamos juntos hace muchos años, le da un valor especial. En varias oportunidades nos mirábamos en situaciones difíciles y nos decíamos “Te das cuenta dónde estamos ¿no?”. Chocábamos los cinco y ¡vamos!

¿Podría decirse que cualquier sueño se puede alcanzar?
DR:
Sí, es algo que me gusta hablar con los niños en la Escuela de Vela. Ellos tienen sueños lindísimos y les digo que los sueños son para perseguirlos y que siempre que uno ponga todo su esfuerzo, a la corta o a la larga estarán más cerca de cumplirlos. Y al vivirlos, confirmás que el esfuerzo valió la pena.

Fueron la tripulación más ferviente y con más seguidores en todos los puertos. Jerónimo (el Skipper) dijo que ustedes eran los promotores de “la Garra Charrúa”. ¿Cómo fue el nexo con el resto de la tripulación, especialmente con los que no eran latinos?
GM: Fue muy lindo porque realmente lo reconocieron al momento que llegamos. El europeo es más estructurado, respeta al 100% las guardias en espacio y en horario. Nosotros no, vinimos a empujar por el Punta del Este y no miramos el reloj. Con Darío era espalda con espalda empujando todo el día y eso poco a poco fue contagiando, al punto de que ellos empezaron a empujar a la par.

Es más, entramos a puerto en Londres flameando una bandera de Uruguay… ¡pero era una tripulante inglesa! Ella nos preguntó si teníamos una bandera, se la regalamos, armó un mastelero y flameó la bandera ¡hasta mejor que nosotros! (Risas). Teníamos escarapelas de Uruguay pero no las habíamos comprado nosotros: fue un tripulante holandés que las compró y regaló ¡para que todos las tuviéramos en el pecho! Holandeses, ingleses, australianos, americanos, todos realmente sintieron la “Garra Charrúa”. La vivieron, la disfrutaron y vieron el fruto de haber remontado y quedar segundos en la vuelta al mundo. ¡Contagiamos para bien! (Risas)

Muchos tripulantes quieren ir a visitar Uruguay y Punta del Este especialmente. Algunos estuvieron durante la recalada, pero otros no. ¿El barco fue una Embajada flotante?
DR:
¡Sí, absolutamente! Te preguntan cómo es Punta del Este, cómo es Uruguay, qué cosas tiene para ofrecer y uno cuenta con pasión por qué le tiene amor a su país. Además contar con sponsors como Bodega Garzón ayudó mucho, es un embajador de la calidad uruguaya, son vinos de primer nivel y cuando los probaron quedaron encantados. Nos preguntaban sobre la gastronomía y hasta la geografía uruguaya.

Irlanda del Norte por ejemplo, tiene muchos parecidos a Uruguay: muchas colinas, gran parte del año es todo verde, eso a ellos les contagia y quieren ir a Uruguay. A muchos les gustaría que hubiese un nuevo proyecto de vela con Uruguay, porque –además de todo– nos dijeron que Punta del Este fue el mejor puerto por cómo trató a las tripulaciones de todos los barcos de la Clipper Race. Hicimos muy buenos vínculos y amistad también con gente de otros barcos, entonces quieren visitar Uruguay porque sos su amigo, conocer ese país del que le hablaste, dónde está Punta del Este.

Llegábamos a puerto con el barco amarillo, la bandera hermosa y la gente se acercaba y nos preguntaba “¿Qué es? ¿Es España?” (risas) y bueno, les explicábamos. Sacaban fotos, filmaban y decían que querían ir a conocer.

¿Cuáles fueron sus emociones cuando entraron a Londres y mientras desfilaron con los barcos frente a todo el público?
GM:
¡Muy emocionante! Entrar por el Támesis preguntándote con qué te vas a encontrar… nunca pensé ver tantas banderas uruguayas, el celular empezó a recibir infinidad de mensajes, gente agradeciéndote y sintiéndose parte del logro. El Punta del Este y el YCPE generaron mucho, fue como flotar en el aire, algo surreal… tanta bandera uruguaya, tanta gente, el contacto visual y el agradecimiento. Es algo que voy a llevar en el corazón de por vida, ¡algo demasiado bueno para ser verdad! y yo sigo flotando en este momento. Fueron horas sin dormir, sin comer, trabajando espalda con espalda, pero realmente valió la pena.

DR: Cuando estás ahí y te das cuenta de que terminó la regata y la última parte es un desfile, pensás “¡vamos a disfrutar esto!” así que preparamos un mate y nos hicimos toda la subida del Támesis tomando mate, charlando y observando todo. Yo ya había hecho el recorrido cuando trajimos el barco para la largada, pero compartirlo con Gusi, Nano, Jerónimo y todos los tripulantes fue genial. Además esta vez me tocó hacerlo como Primer Oficial, así que fue inolvidable.

¿Y la subida al escenario?
DR:
¡Impresionante! Ya desde lo previo te vas encontrando con gente con la que hiciste muy buena relación y –por ejemplo– compartiste los entrenamientos previos. Te reencontrás con ellos ahora camino al escenario y te saludan y felicitan por lo que hizo el barco al final de la regata, una remontada impresionante y terminar segundos. Esa frutilla sobre la torta luego de dar la vuelta al mundo es súper gratificante. Subir al escenario y celebrarlo juntos ¡es un sentimiento muy fuerte!

Cuando subieron a recibir el premio la ovación de la gente fue increíble.
DR:
Desde el principio, el Punta del Este fue denominado por el resto de la flota como “el barco feliz”. Algunos compañeros decían que se sentían en la obligación de ser felices, porque “si estoy en el barco feliz tengo que estar contento ¿no?” (risas) aún cuando las cosas se ponían difíciles y el ánimo se venía abajo. El espíritu se contagia y contagió. ¡Hasta contagiaba a gente de otros barcos! Fue muy bueno y es lindo ser parte de algo positivo. Ser el barco feliz fue divino así que metíamos con más fuerza todavía.

¿Qué mensaje darían a sus alumnos en cuanto a lo que se viene y a lo que pueden aspirar?
GM:
¡Se puede aspirar a todo! Trabajando con disciplina, emprendimiento y muy duro. En el caso de la náutica estamos en el mejor club, hay que seguir trabajando, nuestra tarea y objetivo es transmitir todo lo vivido para que los sueños se hagan realidad. Trabajando con esfuerzo, una vida sana, buena alimentación y disciplina ¡todo se puede!

Por ejemplo, tenemos dos chicos que fueron desde niños a la Escuela de Vela que están haciendo campaña olímpica y si Dios quiere pronto los vamos a ver en los Juegos Olímpicos compitiendo. ¡Imagínate qué orgullo!

Además de lo deportivo, los forma como personas a todos.
DR:
Totalmente. Se convierten en buenos marinos desde chicos y se transmiten todos los valores más allá de las habilidades para navegar. Eso es súper gratificante, es una de las misiones de la vida.