Más que un deporte, una forma de vida

Más que un deporte, una forma de vida

Con un estado físico envidiable y una mentalidad que conjuga experiencia con juventud, Marina Bidegaray vive y disfruta la navegación a vela como pocos, revelándonos los beneficios de este hermoso deporte

Santiago Core & Mathías Buela

Fotos: Santiago Core y cortesía de Marina Bidegaray

¿Cómo comienza su historia con la navegación?

Navegué desde chica con papá. Nos subía a todos en el barco, íbamos a la isla y pasábamos el día. También navegaba con un amigo que tenía un Penguin todos los días en verano, yo creo que nos daban 50 pesos, íbamos a la isla, comprábamos un chorizo al pan y seguíamos navegando (risas).

A correr regatas empecé a los 16 con papá. A mí me tocaba la vela mayor en unos barcos de los que al club le queda uno todavía: el Matrero. En esa época eran 6 barcos y por supuesto había muchos más de 6 socios que querían correr, entonces había una preselección y los que salían sorteados corrían. Eran muy lindos barcos, pero no tenían el guardamancebos que hay ahora, entonces íbamos colgados como ranitas y nos daba el agua en la cara, llegábamos empapados (risas). ¡Ganamos varios campeonatos nacionales!

Después dejé de navegar porque a papá se lo prohibieron por un problema del corazón. Yo empecé a trabajar, me casé, tuve mis hijos y reenganché como 15 años después. Ahí empecé a navegar en el club directamente y hace 10 años que navego fuerte porque entré en una tripulación de gente de mi edad, treinta y algo (risas) y empezamos a correr fuerte en uno de los J24 del club. Empecé a tomar instrucción del J24 con el “Chato”, el instructor y todos los veranos iba todos los días. ¡Me fascinaba ese barco! Además, él nos entrenaba en todas las posiciones con una exactitud y una exigencia con las que aprendí muchísimo.

Hace 8 años me compré un Láser. Tenía una amiga que me decía “yo a los 30 lo vendí porque pensé que era vieja, ¡y vos a los 60 te comprás uno!”. Ese año, salvo en julio, navegué tres o cuatro veces por semana todo el invierno y me encantó. Corrí algunas regatas en láser, pero con mucha timidez porque entrenaba con los chiquilines de 18 años, pero es fantástico porque es un gran desafío.

¿Qué es lo que le apasiona de navegar?

Me gustan mucho los desafíos. Y navegar es un desafío en cada regata, no hay una igual a la otra. Los que navegan muchísimo más que yo todavía se acuerdan de las regatas de hace no sé cuántos años y de cómo la ganaron. Pero lo que para mí es más fantástico de la navegación es que te hace todo el tiempo estar alerta, tenés que estar muy atento a todo y además te prepara mucho para la vida porque te pasan cosas a bordo. Se rompe un cabo, se salta un motón, se rompe el puño de la vela, se rompe un grillete… Se te escapan cosas y tenés que ver cómo solucionarlas porque la cosa es seguir navegando y seguir sacándole jugo al barco para seguir en tu puesto, no perder la regata y seguir. Entonces es un desafío que nos prepara para la vida. Te da capacidad de flexibilidad y de adaptarte a todo rápidamente porque tenés que hacerlo volando. Es todo: la rapidez, la concentración, dar el máximo rendimiento de ti; también es un desafío para la estrategia, que yo de eso no sé tanto, yo sé más de la parte mecánica y de velas que es donde a mí me meten (risas).

Me he ganado un lugar en las regatas a raíz de que me entrené mucho en el J24 y soy buena tripulante, si no, no me subía. Los chiquilines ahora deben tener más de 40 y yo empecé a entrenar con ellos cuando tenían 35. Yo soy la que sube, baja, me arrodillo y llevo las velas hasta abajo. También cuando navegás el riesgo siempre está porque si no te cuidás cuando estás trabuchando y la botavara te golpea te puede desnucar y matarte. Entonces hay que cuidarse y estar atento, tener las antenas para todos lados y pase lo que pase seguir para adelante. Algo bueno es que en el agua competimos todos y podemos hacer maniobras super arriesgadas para sacarle el puesto a otro, pero después en tierra somos todos amigos y si a ti te pasa algo en el agua hay barcos que abandonan la carrera y te ayudan.

A mí me pasó hace años, en una época en la que navegué con un primo mío en el Tempest –que es un barco grande– que estábamos corriendo una regata a Portezuelo y después de que montamos la boya, justo fue un día muy feo, desarbolamos, se nos rompió el palo y a mi primo le quedó colgando una falange del dedo. No podíamos cortar los obenques para que el palo se fuera al fondo. Tuvimos que cortarlos con una sierrita y mi primo no me dejaba que le entablillara el dedo hasta que lo cortáramos. Finalmente pudimos hacerlo y se fue al fondo con vela y todo, pero no habíamos visto que se nos había hecho un rumbo (agujero) en el casco. Pero otro navegante lo vio, abandonó la regata y se dedicó a ayudarnos.

Después que pudimos hacer eso entablillé a mi primo y llegamos a puerto. El primer susto lo pasás, pero después te ponés a hacer lo que tenés que hacer. Esas cosas te quedan: que pudiste pasar la prueba, sorteaste el peligro y saliste indemne. Eso es como una satisfacción personal, un logro fuerte que siempre te queda.

¿En qué lugares ha navegado? ¿Cuál es su favorito?

He corrido regatas acá; de Buenos Aires a Riachuelo; he llevado barcos desde Buenos Aires a Punta del Este; he navegado en Angra Dos Reis (Brasil) que es muy lindo. También de paseo en las Islas Vírgenes, que también es lindo pero muy tranquilo: un día tratamos de meternos en una regatita que al final el otro barco abandonó ¡y nos quedamos sin regata! (risas).

Después he navegado en Grecia. Cuando vino la Clipper Race a Punta del Este nos tocó ser madrinas y padrinos de algunos barcos. A mí me tocó uno en que una inglesa se tuvo que bajar por un tema de la columna, yo me encargué de ella y nos hicimos amigas. A los pocos meses me dijo “Mirá, hay un barco y precisan tripulación ¿vos te animás a traer tripulación?”. Y bueno… ¡allá fuimos! Llevé una amiga argentina con la que siempre entrenábamos juntas pero navegábamos en barcos contrarios. La primera regata se largaba en Meganisi (Grecia) y fue preciosa, por unos lugares muy lindos, muy exigidos porque llegabas de noche y no veías nada en lugares que no conocías. Nos gustó muchísimo porque éramos el único barco que no tenía spinnaker y además teníamos velas bastante veteranas, pero salimos segundos. Fue una experiencia muy linda y la repetimos varios años después. Correr regatas en el exterior es muy lindo.

Además de navegar ¿le gusta competir?

¡Sí! Yo no estoy al timón, pero lo que más me gusta de las regatas es rendir al máximo. Soy la encargada de recorrer el spinnaker para que salga perfecto, que no se haga un nudo y nunca se me hizo un nudo hasta hace dos años, que corrimos un campeonato. Para mí es un orgullo decir eso porque el spinnaker desde que sale está cortando y hay que aprovechar el tiempo al máximo. Que no me tengan que decir “estás lenta”, ni nada parecido es mi mayor satisfacción. Estar ahí, darle y que salga perfecto. Eso es lo que más me gusta de las regatas. ¡Me gustan mucho los desafíos!

¿Ha influido en su desarrollo personal? ¿En qué aspectos?

Lo que te da la navegación es que estés enfocado en algo puntual y no pierdas el enfoque. Yo soy dispersa atencional, entonces muchas veces me iba de las cosas, pero la navegación es como una pasión y cada vez estás con más ganas y viendo cómo podés mejorar. También me dio mucho temple para enfrentar las cosas y ver que tienen solución. Y si no tienen solución aprender a fluir y a hacer la plancha haciendo lo mejor que puedas. Ayuda a hacerse un autoanálisis. Siempre tenés una meta por delante que es la mejora y eso te ayuda siempre para estar en positivo. Pero sobre todo, me dio la capacidad de no protestar por lo que pasa, a hacer lo máximo y a rendirte ante lo que no podés corregir. También a respetar el mar y el viento porque son los que mandan, hay que respetarlos mucho y sacarles lo que puedas.

¿Cómo hace para mantenerse en forma y seguir navegando?

Hago gimnasia todos los días y a veces –cuando estoy con tiempo– hago pilates, salgo a caminar, tengo compañeras de caminata en Montevideo y en Punta del Este. Trato de mantenerme elástica, con agilidad y tratando de tener buena musculatura, porque normalmente yo hago cosas de fuerza ¡y tengo mucha fuerza! (risas). Entonces si lo sabés medir y sacarle provecho, vale la pena. Cuando hay muy poco viento a los hombres les gusta llevarnos a las mujeres, sobre todo en barcos chicos, porque pesamos poco. Entonces si los varones están gordos (risas) les sirve tener personas que pesen poco y que estén ágiles. El tema de la agilidad es muy importante porque si no, no podés hacer las cosas. Hay que ser un poco “Rambo” para estar ahí arriba, y está bueno.

¿De qué forma combina la navegación con el resto de sus actividades?

En verano navego un poco más, pero normalmente lo hago los fines de semana. Ahora se cortó un poco por la pandemia, pero si no lo hago todos los fines de semana.

¿Qué le diría a alguien que tiene curiosidad por incursionar en el mundo de la navegación, pero no se anima a dar el paso?

Depende de la edad, pero hoy en día los chiquilines tienen la escuela de Optimist que es el invento más fantástico. Si es una persona grande primero le diría que tome un curso, no solo para relacionarse con el barco y con la vela sino para tomarle el gusto, porque eso hay que hacerlo de a poco y no hay que asustarse. Cuando el barco se escora mucha gente se asusta; hay que ir adaptándose de a poco, darse cuenta de qué significa el barco en el mar y qué puede pasar con el viento. Entonces tomar un curso de a poco hasta ir acostumbrándose. Después meter horas en el agua y cuando empezás a hacerlo… si es algo que te gusta ¡te vas a apasionar!

También te da relacionamiento con la gente que navega, entonces no te sentís un bicho raro, tenés tus compañeros de curso, empiezan a correr regatas… Es un ambiente de mucha camaradería, encontrás gente muy sana y que le gusta el deporte por el deporte y que respeta el fair play porque su conciencia así se lo dicta. La navegación siempre te acerca de una manera muy especial, no sé por qué, pero es así.

¿Se puede empezar a navegar a cualquier edad?

Yo he visto gente que aprendió de grande y hoy timonea barcos grandes y lo hace muy bien. Hay mujeres grandes que han cruzado el atlántico solas y aprendieron de grandes. Se puede perfecto, todo depende de las condiciones de cada uno y de lo que se anime porque al agua hay que tenerle respeto, pero es algo fascinante.

ÚLTIMOS PREMIOS OBTENIDOS

Pos. | Regata

#1  Multiclase Odysseas Marina de Meganisi (Mar Jónico, Grecia)

#1  Buenos Aires – Riachuelo (2019)

#2  Sura Punta del Este (2020)

#1  Circuito Atlántico Sur – Primera parte en Punta del Este (2021)

#1  Sura Punta del Este (IRC) (2021)