Trabajar jugando
Julio Ikazuriaga (59) nació en San Carlos, creció en Punta del Este, terminó el liceo y estudió bioquímica en Estados Unidos. Trabajó en Uruguay y en España hasta que descubrió una pasión que se convertiría en su forma de vida: los autitos slot
Entrevista por: Santiago Core
Fotografías: Santiago Core
¿Cómo surge su pasión por los autitos?
Pues sí, vengo de familia de navegantes y he estado siempre muy vinculado al mar. Ellos empezaron en barcos pesqueros pasando luego a barcos más grandes de tonelaje, normalmente de carga (containers). Creo que a mi padre nunca le gustó llevar pasajeros, pues nunca entró en el rubro de los transatlánticos. Recuerdo que nos mudamos desde Galicia, muy lluvioso como sabéis, a una ciudad española en el norte de África. Cambio radical y, como somos cinco hermanos, mi madre dijo “pues tenéis que empezar con algo”. Yo tenía 7 añitos y nos apuntó a una escuela de vela; ahí empezó mi amor por la vela, aunque ya había acompañado a mi padre cuando era más pequeño.
¿A qué edad se fue a Europa?
En 1983. Estuve unos 13 años y me casé allá con una canaria, mi primera esposa. Yo era Jefe de Recepción en un hotel en Tenerife y ella recepcionista. Dejé el trabajo por el tema del casamiento y me fui a vivir al norte de la isla, pero estuve casi un año y medio sin trabajar. La seguía a ella porque era profesora de inglés. Nos fuimos a Gran Canaria y una noche de insomnio, se me ocurrió esta idea.
¿Y esto lo había conocido allá?
No, lo había conocido acá. Mi padre casi siempre tuvo restaurantes y un par de años seguidos tuvo en la Parada 2 una sala de maquinitas, donde había un muchacho que tenía una pista de autitos de madera, de las antiguas. Se la sub-alquiló y la armó en el local nuestro. Nosotros vivíamos ahí mismo; yo era chico y eso me quedó grabado porque me encantaba, pero nunca más lo vi.
¿Qué hizo en España?
En Tenerife estuvimos a punto del alquilar un local con un amigo argentino para poner un salón de maquinitas. Pero entonces se me ocurrió buscar si existía el tema de los autitos. Y obviamente existía; Scalextric, la misma marca. Y pensé “No, no voy a poner un local. ¿Qué pasaría si pongo un Scalextric donde esté lleno de gente?”.
¿Y dónde está lleno de gente?
En las ferias populares de España. Cada pueblo tiene al menos una vez al año una fiesta tradicional. Yo había ido a muchas y veía cómo se llenaba de gente local y de pueblos cercanos durante días; gente que visitaba y compraba lo que fuera. Hay atracciones itinerantes de los llamados “Feriantes” que son toda una raza aparte. Lo descubrí. ¡Complicado! (Ríe). Pero bueno, me hice hacer una caseta de feria, a medida y desarmable, de lona, y le puse una pista de cuatro carriles como atracción. La inauguré en Maspalomas, Gran Canaria y fue un éxito total. Esto fue el día siguiente de mi cumpleaños número 30: el 9 de mayo de 1991. O sea que Tuerkitas va a cumplir 30 años en pocos meses, porque nunca más me dediqué a otra cosa.
¿Qué puede decirnos de los feriantes?
Me terminé haciendo feriante y recorrí muchos kilómetros; recuerdo que ellos no lo podían creer y me decían “¿Pero cómo es que no das regalos a los participantes?”. ¡No entendían el concepto! ¡La gente hacía cola para jugar! Los puestos suelen ser del tipo tirar al blanco, o tirar latas con una pelotita, lo que sea, pero siempre te tienen que dar algo al terminar. Y lo asombroso –para ellos– era que yo no tenía que regalar nada. Y claro, no les gustaba eso ¡yo era la mosca en el vaso de leche! (risas). Lo mío era totalmente diferente, es más, era la única caseta donde los niños estaban haciendo cola para jugar ¡antes de que abriera! Imaginate.
¿Cómo siguió?
Hice una nueva caseta, de metal, con una pista de seis carriles. Me la hicieron unos uruguayos que vivían allá. Y estuve ocho años trabajando de eso; me costó el matrimonio obviamente. Porque mi ex me dijo “o esto o yo” y no la elegí a ella aunque te parezca mentira. Es que yo llegaba a las 6:00 AM y ella se iba a trabajar a esa hora y la cosa empezó a ponerse mal. Pero no podía dejarlo, era económicamente bueno y además me encantaba.
¿Y por qué decidió volverse a Uruguay?
Porque me cansé de tanto armar y desarmar. Y además porque me quedé solo, lógicamente. Así que vendí la camioneta y guardé la pista. Luego me la traje para acá y empecé a armarla en locales en Punta del Este. Comencé en un local justo acá en frente, aunque sin mucho éxito. Luego abrió el Punta Shopping y pude asociarme para estar allí. Y ahí sí fue una buena temporada. Trabajé un año, le vendí mi mitad a mi socio y me fui nuevamente a Estados Unidos, con la idea de hacer una pista allá. ¡E hice varias!
¿A qué ciudad fue?
Me fui a San Luis, Missouri, a la casa de un gran amigo. Estuve dos años trabajando en una empresa de inspección técnica vehicular –medíamos la emisión de gases– para juntar dinero para invertir en la pista. Compré todo el material, encontré un shopping que me aceptó la idea y empecé así.
Entonces también trabajó en EE.UU. con las pistas.
Si, estuve del 2000 al 2008, cuando vino la crisis. Ahí me volví a Uruguay. ¡Y no me voy más!
¿Y dónde se instaló?
Acá mismo, en este local. Van a cumplirse 12 años en 2021.
¿Cuál es el público de Tuerkitas? Hablaba de niños en España…
No, no, ¡son de todas las edades! El rango de edad es desde los 3 años hasta los 93… ¡o más! (Risas)
¿En EE.UU. también?
Absolutamente. Allá estuve en tres estados y en cinco shoppings en total y había gente de todas las edades. Fue curioso, porque allá abría los negocios, los explotaba tres, seis meses, a veces hasta tres años y los vendía llave en mano. Lo hice tres veces: San Luis, Atlanta y Baltimore.
¿Y no pensó en crear una franquicia?
Por supuesto, también lo averigüé. Pero era un lío. Aunque lidiar con los shoppings es mucho más fácil que acá; te ayudan mucho, pero legalmente era muy complicado; por suerte no lo hice.
¿Cómo adquirió sus conocimientos sobre las marcas y los modelos?
Porque me gusta esta versión de autitos, el Slot Europeo. Las marcas se centran mucho más en los detalles de cada modelo; en cambio en el Slot Norteamericano usan chasis metálicos donde cualquier carrocería encaja, no hay énfasis en el detalle. Los europeos son réplicas exactas de los autos. Tengo unos 300, pero hay miles. A mucha gente le gusta venir a verlos, salen charlas sobre modelos usados en películas por ejemplo, o mismo alguno que algún cliente tuvo. Por eso los exhibimos ¡pero no los vendemos! (Risas). Consumo mucha información sobre autos; me gustan los súper deportivos y saber qué fábrica los hace en versión slot.
¿Hay muchas fábricas?
Hay varias, pero yo me centro en las más detallistas. Porque hasta se fijan en la posición del motor en el auto real y así es la réplica. Por ejemplo, tenemos autitos con motor delantero pero tracción posterior usando un cardán, igual que el modelo real. Hasta le hacen los detalles en el piso del auto con relieves, escapes y demás. Mi preferida es la marca española Fly. Acá tenemos autos con motores traseros longitudinales, transversales y a 45º, que son los “Súper Rápidos” porque tienen muchísimo torque.
¿Han venido “famosos” a jugar?
¡Si, muchos! En el local del shopping estuvo Mauricio Macri (que luego sería Presidente en Argentina) junto a Daniel Scioli, el ex corredor de lanchas deportivas. Es más, teníamos un cartel con los mejores tiempos de vuelta y Scioli no aceptaba no estar en el tope. Si bien no vendemos los autitos, tuvimos que hacer una excepción con él dado su fanatismo y le vendimos una Ferrari de F1, rapidísima. ¡Hasta que no quedó primero no paró! (Risas). Otra celebridad que vino a jugar fue Vicente Fox, el ex Presidente de México, con sus guardaespaldas. Y futbolistas, incontables.
¿Y pilotos de autos?
Si, pero especialmente en Atlanta, porque el local estaba muy cerca de una pista donde se corre el American Le Mans Series. Ahí armamos una pista descomunal, fue furor. ¡Tenía 139 metros de recorrido! Durante varios años fue la pista de slot más larga del mundo. La que tengo acá en el local tiene 40 metros.
¿Cuál es su marca preferida?
Lamborghini. Me encanta su diseño y me encanta el toro, porque soy de Tauro y en el horóscopo chino de Búfalo ¡aunque no creo mucho en eso! (Risas)